Leo un artículo de un Diario local (El Comercio, 10-5-15) en que se ofrece una visión de Francis Ford Coppola (1937), el mítico director de cine ( Apocalypse Now, El Padrino I y III, Cotton Club, etc) y me tropiezo con los consejos que brindó hace cinco años en el Festival de Cine de Marrakech, donde mantuvo una conversación con estudiantes y les indicó las siguientes reglas para el éxito en la dirección de cine, las cuales me parecieron plenamente aplicables al éxito en la profesión de abogado. Al fin y al cabo, en ambas profesiones se asume la alta responsabilidad de organizar medios para conseguir un resultado de persuasión al público, y en ambos casos hay que dominar la puesta en escena y aplicar un método o estrategia que ofrezca un producto coherente.
Y aunque en la obra “Abogados al borde de un ataque de ética” (Thomson Reuters Aranzadi,2014) ya nos despachamos Juan Manuel del Valle y yo en las virtudes y defectos de los abogados en tiempos críticos, me parece oportuno ofrecer ahora los ocho consejos de Coppola que, referidos a la dirección de cine, desde mi particular punto de vista podrían constituir las reglas de oro del abogado novicio hacia la excelencia. Veamos:
Uno: Apuntar, no confiarse a la memoria y tomar notas continuamente; el tiempo puede darle a un papel olvidado un valor impensable.
La organización del abogado es imprescindible. Datos, fechas y personas. Pruebas y normas. Hay que poner orden en la jungla. Hay que ir formando la versión de los hechos con las pruebas que los sostienen e ir apuntalando la tesis jurídica sobre el trípode de la norma, la jurisprudencia y la doctrina. Método y orden. Y la memoria puede ser buena pero un pequeño lapsus puede dar al traste con el éxito. Por escrito las ideas se ordenan, almacenan y cobran vida propia.
Dos: No hay que tener miedo a copiar a quien se admira, es solo un primer paso en el camino hacia un estilo propio.
Una cosa es ser un abogado original y con estilo propio, y otra muy distinta intentar abrirse paso sin aprender de quienes tienen experiencia, de los trucos del foro, de las habilidades de quienes conocen las reglas procesales y las negociaciones. Eso no lo da la Facultad pero si observar, reflexionar y aprender de los veteranos. Y de las buenas sentencias. Leyendo, oyendo y pateando el foro es como se forja el cimiento para que el árbol de la propia personalidad de el fruto de un estilo jurídico propio.
Tres: El dinero no es importante, durante siglos el arte ha sido fruto del amor (al arte).
La abogacía es un medio de vida y ofrece estatus social pero se precisa vocación. Como los gladiadores del circo romano, tienen que sentir la fuerza del espectáculo, de la lucha y saber convivir con el triunfo o la derrota. La vocación o la pasión por la abogacía, espoleada por esos dos caballos que son la meta de la justicia y el juego de inteligencias, será lo que permita mantener la ilusión en la profesión y dar el coraje para el día a día.
Cuatro: El guión tiene que ser como un haiku, muy conciso, muy claro, minimal.
El buen abogado sabe que hay que seguir el consejo de Gracián: lo breve si bueno, dos veces bueno. Una demanda, contestación o conclusiones claras y sencillas son demoledoras. Un aluvión o yuxtaposición de leyes y sentencias provocan desorientación y hastío, al que lo profiere y a quien lo escucha o lee.
Quinto: Hay que escuchar a todo el mundo porque cine es colaboración.
El abogado solitario puede sobrevivir como Ebenezer Scrooge del Cuento de Navidad de Charles Dickens. Sin embargo, el éxito personal y emocional aguarda al abogado sociable, que practica el networking, que se deja ver e intercambia opiniones y está alerta a lo que sucede a su alrededor, sin atrincherarse en sus propios prejuicios.
Sexto: Haz que tu trabajo sea personal, y no mientas, para un artista es muy importante no mentir y, sobre todo, no mentirse a si mismo.
La honradez del abogado y su reputación es oro puro. La abogacía es un noble arte para ejercerlo con nobleza por personas de sentimientos nobles. Es cierto que la competencia aviva los bajos instintos profesionales pero si se consigue mirarse al espejo con serenidad y orgullo, será invencible.
Séptimo: Una escena es como un pastel de en el horno, no funciona inmediatamente, tienes que cocerla poco a poco. Esas hermosas secuencias de las películas no surgen inmediatamente, necesitan un poco de tiempo de maduración y paciencia.
Un pleito no se improvisa. Nada de apurar los plazos viviendo al borde del abismo. Nada de improvisar. Todos los pleitos importan y merecen máxima atención. Y trabajo. Lo que se construye pronto, pronto se derriba.
Octavo: El cine sin riesgo es como pretender tener hijos sin sexo
Un pleito es lucha, aventura e incertidumbre. Y para vencer hay que afrontar riesgos calculados. Tesis ingeniosas, pruebas testificales y documentales exploratorias, apoyar pretensiones de máximos,etc. Si mayor era el riesgo, si mas perdido parecía el pleito, la victoria será mucho mas dulce.
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